Nos volvimos adictos al carrot cake o torta de zanahorias. Por un lado porque es rico y, por el otro, porque lleva poca harina, ese veneno.
He aquí mi receta, adaptadísima de varias, pero que funciona bien, sobre todo por la unidad de medida (la taza).
Ingredientes: una taza grande de zanahorias ralladas (procesadas, digamos) bien apretadas, una cucharada generosa de jengibre rayado, rayadura de naranja (o limón, o lima), una taza de harina leudante, una cucharadita generosa de nuez moscada y otra de canlea, 3/4 de taza de azúcar morena (mascabo, sí o sí: la otra es el segundo veneno culinario), 3/4 tazas de aceite neutro y 3 huevos. 2 cucharadas generosas de miel (optativo) y frutas secas picadas (optativo).
Batir bien los huevos con el azúcar hasta obtener una crema clara. Agregar el aceite (y la miel, si así se quiere) y seguir batiendo un poco. Agregar las zanahorias con las rayaduras de jengibre y cítricos y mezclar un poco más. Al final, la harina tamizada con los polvos y, si así se quiso, las frutas secas picadas. Para integrar la masa, movimientos envolventes. Quedará bastante chirle y está bien que así sea.
A molde enmantecado (¡o aceitado! Basta de grasas animales) y al horno precalentado durante 40 minutos (controlar con el consabido palillo que la masa esté bien cocida).
Ls puristas insistirán en hacerle un glaseado, pero yo lo hice una vez y queda demasiado dulce.